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Crisálida

La última hora del comisario Juan Castro

          

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          Al departamento número 3 de la comisaría, llegó una notificación para el inspector. Juan que así se llamaba el encargado de este departamento, un hombre corpulento, serio, y de mirada agria, no se encontraba allí en ese momento. Había salido a resolver unos asuntos que tenía pendientes desde hacía días.

          En cuanto llegó, la compañera del departamento número 2, le comunicó que le habían dejado algo en su despacho.

          Muchas gracias Onali, voy a ver de qué se trata.

          Leyó para sí mismo lo que estaba escrito en la notificación:

         "En la parte delantera del puesto de churros, se ha provocado una disputa entre dos mujeres, vengan les ruego lo antes posible, una de ellas ha sacado una cuchilla de afeitar a su pareja"

          Una vez leída Juan pensó:

          "Menos mal que sólo he tardado dos minutos en venir, porque si no, con la fama que acarreamos"

          Cuando llegó, la gente había ido formando un corro que tuvo que disolver para poder ver algo. Lo que vio, en un primer momento, le hizo sacar una risita de la boca:

          Una mujer moñeaba a otra de la extensa mata de pelo que tenía, casi le retuerce el cuello como a una gallina. La otra, la que sacó la cuchilla, poseía una gran delantera y se dedicó a darle pechugazos  mientras la primera la tenía bien agarrada.

          De lo enfrascadas que estaban, cogieron tanta fuerza que Juan tardó cinco minutos en poder separarlas. Cuando lo consiguió, se las llevó directamente a la comisaría que era donde tendrían que aclarar la situación. No se podía estar montando ese escándalo en la vía pública.

          A ver, contadme, qué pasó realmente:

         ¡Que qué pasó! ¡Que qué pasó! Que pillé a la z... esta en la cama con mi novio. Valiente guarra hay que ser, con amigas como esta para que quiero enemigos

         ¿Algo que alegar?

         No, como no podemos hablar como personas civilizadas, cada vez que hablamos, terminamos como animales, embistiéndonos, no tengo más que alegar...

         Bueno, ahora salgan de aquí, salgan de mi comisaría, y como yo las vea meterse en otro altercado, lo próximo será pasar la noche en la penitenciaría. Espero no volver a verlas por aquí.

         Así terminó la mañana laboral del inspector Juan Castro. Con una leve sonrisa en la comisura de los labios, un gesto poco frecuente en una persona que  sólo reía en contadas ocasiones.

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